Der Rosmarienbaum

Der Rosmarienbaum

por Erica Baum


Sobre la ventana de mi cuarto que da al exterior hay una corona hecha con ramas de un árbol de romero que un día floreció para mí. Su perfume es persistente y el lila de sus flores perdura, aunque lleva más de tres años ahí.

Todo sucedió una mañana de agosto.
El invierno era hostil.
La nieve tapaba los setos
y olía a muerte en mi jardín.
Mis vecinos no salían.
Los caminos se cerraban.
El viento se expandía.
Y las hojas de los árboles perecían.
Dos ardillas trepaban a un abeto,
¿qué querrían descubrir?

Caminé dos pasos firmes.
En una manta de lana me envolví.
Cerré los ojos y recordé,
que antes de este invierno,
hubo un cielo celeste allí.
Todo era gris y frío.
Un cuervo trinó sobre mí,
suspendido unos cien metros,
su vuelo con mi vista recorrí.
Temí que no hubiera fuego.
De repente me estremecí.
Caminé hacia los setos
que antes hubo en mi jardín.

Encontré un árbol de romero,
florecido para mí.
Me dije: “esto es un sueño”,
su perfume percibí.
Olía bien fuerte
y en su aroma descubrí
que la vida es muy breve
pero que aún latía ahí.
Con nostálgica alegría
lo abracé y, entre sus ramas, me escondí.
Me hice pequeña como una almendra
y el crujir de la tierra aprehendí.
Qué dulce y amargo es el invierno,
cuando queremos salir,
cuando nadie te visita
y sin embargo hay vida en ti.

Corté, con mis manos heladas,
siete ramas que trencé y até.
Las coloqué sobre mi cabeza, cual corona,
y entonces una figura dorada vi.
Emitía sonidos estridentes,
su lengua era larga y filosa,
se trataba de una serpiente.
No te asustes,
creí oír
y mis ojos restregué
para ver si era cierto
lo que luego de ella oí:
tu mente estará serena
sólo deberás preocuparte
por abandonar la prisa
y darte tiempo para ti.
Retrocedí diez pasos
y con el umbral de mi casa
de espaldas tropecé.
La serpiente ya no estaba,
ni su lengua, ni su piel.
Había transmutado,
ahora era un ciempiés.
Me ignoró y se retiró.
Enmudecida quedé y, al entrar en casa,
la puerta, con doble llave, cerré.

Me dirigí a la cocina.
En un cajón de madera hallé
HALOPERIDOL KERN PHARMA.
Y sin mediar un segundo,
sobre mi boca abierta,
todo el gotero derramé.
Tuve sueño y mucha hambre,
entonces la heladera abrí
pero,
para mi sorpresa,
sólo tres huevos y una banana vi.
Decidí hacer buñuelos,
las claras a punto nieve batí,
mezclé las yemas con el azúcar
y la harina le esparcí,
le añadí la leche de a poco,
la banana en rodajas partí
y, con delicadeza,
con la preparación anterior la uní.
Incorporé esa mezcla con el merengue
y en aceite bien caliente lo freí.
Salió más de una docena;
casi ocho, calientes y azucarados, me comí.
Sentí sueño nuevamente,
sobre un sillón me dormí.

Al despertar recordé el sueño
que había llegado para mí:
un árbol de romero había crecido en mi jardín,
mi cama era una tumba de flores secas
y un cementerio era mi jardín.
Der Rosmarienbaum,
me decía una voz suave,
de un ser que nunca vi,
toma entre tus manos tu cabeza,
el mundo entero es para ti.
Desde entonces en la ventana de mi cuarto,
que da hacia el jardín,
hay una corona de romero
que todas las noches cuida de mí.

LP30/01/2016
Ilustración: Shiori Matsumoto

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